Habitualmente solemos hacer hincapié en ciertos rasgos tópicos a la hora de intentar explicar cómo nuestros antiguos vivían la navidad: los ritos litúrgicos, la comida, los regalos…Y olvidamos una dimensión añadida, mucho más antigua y bien ligada al jolgorio con el que nos enfrentamos a la navidad: las libertades de diciembre. Entre el 13 y el 17 de diciembre, una vez terminados los trabajos agrícolas, los romanos celebraban las fiestas Saturnales en las que se invertían los roles amo-criado y se abolían las diferencias entre los hombres, omnipresentes en la sociedad de la Edad Media. Gracias a la herencia latina los pueblos elegían a una autoridad efímera entre sus vecinos, que durante unos pocos días subvertía el orden y servía como válvula de escape para todas las tensiones que habían ido acumulándose en el pueblo a lo largo del año.
La Iglesia se esforzó al máximo por limitar los excesos durante estas fiestas, encargándose de proporcionar los marcos para regularlas. Un documento de 1590 relata como el abad autorizó que se plantase un árbol en el centro de la calle mayor, alrededor del cual se celebraban las fiestas del Rei Pàixaro (rey pájaro) que satirizaba a los recaudadores de impuestos del rey, y coordinaba entre bailes y fiestas a la población para realizar trabajos en favor de la comunidad. El descontrol, la vecindad, los bailes colectivos eran algo propio de todos los pueblos valencianos, incluidos los moriscos que tenían su propia versión de estas “autoridades”.
¿Cómo sería vivir unas navidades así?, ¿qué relación tendrían los monjes con los y la gente del valle en las fiestas? Esas y muchas otras curiosidades las responderá Perutxo, nuestro monje del císter, que está atareadísimo preparando la Navidad. Podéis acompañarle los días 16 y 30 en nuestra Visita especial de Navidad, que incluye además una degustación navideña. Contacta con nosotros si quieres acudir.